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Conductos de ventilación energeticamente eficientes

En alguna ocasión hemos hablado del tipo de conductos de ventilación atendiendo al grado de estanqueidad de los mismos. La norma define cuatro niveles A,B,C y D. Pero, ¿Cuál es la importancia que un sistema de ventilación tenga un tipo u otro de estanqueidad?
Durante los últimos años se ha producido un aumento constante de las demandas energéticas, tanto a nivel residencial como industrial. Y una parte importante lo constituye el consumo energético producido por las edificaciones.

 

Distribución del consumo energético en viviendas

El porcentaje de consumo energético en climatización de un edificio residencial es del orden del 48%, lo que representa el mayor gasto energético y de una importancia estratégica su control.

Mayor consumo energético representa un mayor coste de explotación y un mayor nivel de emisiones de CO2.

El pasado Acuerdo de Kyoto, ya obliga a todos los países adheridos a racionalizar el consumo energético en aras a conseguir disminuir las emisiones de dióxido de carbono y mejorar la sostenibilidad medioambiental. A tal efecto, la Unión Europea emite una directiva que obliga a los países miembro a trabajar de forma contundente en la promoción de edificios con sistemas de mayor eficiencia energética.
En cuanto a los conductos de ventilación y climatización existen dos caminos para mejorar el rendimiento energético de los mismos. La mejora del aislamiento puede suponer hasta un 75% de los costes energéticos y un 25% por la mejora de la estanqueidad de los conductos.

El RITE en su artículo IT 1.2.4.2.3 del 29/8/2007 determina que las redes de conductos han de tener una estanqueidad correspondiente a la clase B o superior, según aplicación.
Por lo general, los sistemas de ventilación se componen de unas redes de conductos de diferente tipología (rectangulares, circulares, flexibles etc…) que confieren al sistema un nivel de estanqueidad medio del tipo B.
El esfuerzo que representaría adaptar los conductos a un estándar de estanqueidad superior, por ejemplo del tipo C o D, podría representar un ahorro energético de hasta el 67 y 95% respectivamente según las circunstancias de cada instalación.
La mejora de los conductos permitiría un ahorro energético sensible, bajando los costes de explotación de las instalaciones. Pero además, los equipos de movimiento de aire serian más pequeños, el tratamiento del aire inferior e incluso la dimensión de los propios conductos.
Un cambio de esta naturaleza, pasar de una estanqueidad B a C supondría un ahorro a nivel europeo del orden de 10TW h, o lo que es lo mismo, se podrían cerrar 3 centrales nucleares de nivel medio.